Es inevitable: conforme pasa el tiempo, la piel pierde elasticidad y firmeza. Un proceso natural asociado al envejecimiento que la publicidad se encarga de recordarnos a diario, por si a alguien se le había olvidado por un momento que los años no pasan en balde. Claro que los mismos anuncios aprovechan para mostrar a sus preocupados destinatarios algún método para paliar la aparición de las dichosas arrugas, a menudo en forma de crema y frecuentemente con el colágeno como ingrediente estrella. Seguramente te suene el nombre de esta famosa proteína, la más abundante del organismo, que produce el propio cuerpo humano y que se estructura en forma de fibras para aportar consistencia no solo a la epidermis, sino también al pelo, los huesos, los tendones, los cartílagos y los dientes. Por si esto fuera poco, se encuentra también en el tejido que envuelve y protege a los músculos y a los órganos internos. Pero por mucha falta que nos haga durante toda la vida, la treintena marca el punto de no retorno a partir del cual la producción de colágeno no hace otra cosa que disminuir. De ahí todas esas soluciones desarrolladas por expertos en medicina estética y empresas de cosmética para restaurar sus niveles en la piel, mejorando su aspecto o alisando las arrugas a base de inyecciones (cada vez menos) o ungüentos de lo más variopintos.
Las últimas tendencias, sin embargo, apuntan en otra dirección: la de ingerir esta valiosa proteína a través de polvos que se añaden a bebidas (de batidos a cafés), cápsulas o barritas energéticas, como parte de un movimiento que muchos ya han bautizado como nutricosmética y que practican celebrities como Kourtney Kardashian y Jennifer Aniston. Pero, ¿es acaso atiborrarse de estos productos la mejor manera de paliar la escasez de colágeno y fomentar su fabricación por el organismo?
El colágeno ha comenzado a aparecer como ingrediente de barritas energéticas o batidos.
Lo que tu dieta ya te aporta
Como ocurre con muchas de estas modas supuestamente saludables, es difícil esclarecer hasta dónde llega la ciencia en todo este asunto del colágeno y qué parte de su popularidad se debe únicamente al boom publicitario. Pero comencemos por el principio. Para fabricar colágeno, como para producir cualquier proteína, el organismo combina distintas unidades o aminoácidos para formar cadenas peptídicas largas. En realidad, ya ingieres una abundante cantidad de colágeno a través de la dieta, sobre todo si comes carne o pescado. Los vegetales no fabrican la proteína, aunque sí aportan algunos de estos aminoácidos y varios precursores químicos involucrados en su producción. Claro que, una vez en el organismo, las proteínas contenidas en los alimentos que consumes no van directamente a las células. El sistema digestivo se encarga de romperlas para obtener las distintas piezas que las integran y utilizarlas para construir nuevas moléculas. Y lo mismo pasa con los suplementos ricos en colágeno: al igual que los procedentes de la carne, es descompuesto en sus unidades fundamentales.
En resumidas cuentas, añadiendo polvos y pastillas de colágeno a tu dieta lo que consigues es aumentar la cantidad de aminoácidos que tu cuerpo puede emplear para fabricar más volumen de este material biológico. Esto, sin embargo, no significa que vaya a aumentar su producción, sobre todo si ya consumías una cantidad suficiente a través de los alimentos. Además, no se sabe bien si la escasez de estas unidades de construcción es la principal responsable de la degeneración de la piel y otras partes del cuerpo, como las articulaciones, pues hay otros muchos factores involucrados, como el deterioro de la elastina, otra proteína dérmica, y el estrés oxidante del ambiente.